Después de abordar los Mitos y las Realidades de las Emociones Positivas, me gustaría ahora plantear para qué nos sirven las emociones positivas. Barbara Fredrickson, profesora en la Universidad de North Carolina en Chapel Hill e investigadora de referencia, sostiene que, aunque presentan características distintas entre sí, las emociones positivas comparten la propiedad de ampliar los repertorios de pensamiento y de acción de las personas y de construir reservas de recursos psicológicos, sociales, intelectuales y físicos disponibles para hacer frente a futuras adversidades. Es lo que ha definido como el modelo Ampliar – Construir – Transformar.
- Ampliar: las emociones positivas amplían las tendencias de pensamiento y acción. Facilitan nuevos repertorios de respuesta y soluciones más creativas. Por ejemplo, estar en un entorno de confianza me permite experimentar nuevas formas de hacer las cosas o de relacionarme con los demás.
- Construir (Desarrollar): debido a la ampliación, se favorece la construcción (desarrollo) de recursos personales para afrontar situaciones difíciles o problemáticas. Siguiendo con el ejemplo: en ese entorno de confianza, esas nuevas formas de hacer o de relacionarme me permiten desarrollar habilidades (innovación, creatividad, liderazgo, sociabilidad) que me pueden ser útiles para superar adversidades.
- Transformar (Adopción permanente de recursos): esta construcción produce la transformación de la persona, muestra un conocimiento más profundo de las situaciones, es más resistente a las dificultades (amortiguan el impacto de las emociones negativas), es más resiliente para poder crecer con las adversidades y socialmente está mejor integrada, con lo que llega a una “espiral ascendente” que lleva a que experimente nuevas emociones positivas.
‘Las emociones positivas facilitan nuevos repertorios de respuesta y
soluciones más creativas’
Tener presente este modelo nos permite diseñar entornos de aprendizaje transformacional más eficaces. Sin ir más lejos, recordemos como los “outdoors”, los “business games” y, más recientemente, la “gamificación” se basan en crear entornos seguros, de confianza, que despiertan interés y diversión, donde invitamos a experimentar y equivocarse para incorporar nuevos recursos personales y profesionales.
¿Cómo llevar todo esto a la vida diaria?
Cada lector sin duda, como observador que es de la realidad, podrá sacar sus propias conclusiones en función de sus experiencias y su situación vital. Mi invitación apunta a reflexionar en tres ámbitos:
- Personal: incorporar distinciones en materia de emociones nos permite aumentar nuestra consciencia sobre las que tenemos, qué las dispara y cómo podemos gestionarlas de la forma más útil posible. Nos permite también conocer mejor los efectos que tienen y lo que esto nos facilita. ¿Tengo alguna emoción predominante?, ¿me sirve?, ¿hay alguna emoción que no me permito?, ¿qué me gustaría cambiar?
- Familiar: ser conscientes como parejas, madres, padres e hijos de las emociones que los demás nos provocan y las que desencadenamos nosotros con nuestra actuación. ¿Qué emociones predominan en casa?, ¿cómo nos ayudan a cada uno en nuestro desarrollo personal?, ¿qué nos gustaría cambiar?
- Profesional: ser capaces de percibir como líderes, profesionales, miembros de un equipo, proveedores o clientes las emociones que presiden nuestras relaciones y compromiso con el trabajo. ¿Cómo contribuyen a alcanzar los retos?, ¿cómo impulsan el desarrollo profesional-personal?, ¿qué otras emociones serían más útiles?, ¿qué podemos hacer para cambiarlas?
A través de la incorporación de distinciones y prácticas de la psicología positiva al liderazgo y al coaching, como explicamos en este caso, podemos ser capaces de promover y acompañar a las organizaciones a mayores niveles de productividad, innovación y excelencia.
A partir de aquí, nos queda estar atentos para descubrir los nuevos retos que en el ámbito de la gestión emocional se abrirán en un futuro próximo.