Un amigo, en una distendida conversación hace ya tiempo, me preguntó “y tú ¿cómo vives los retos?” Traté de responder de la forma más auténtica que fui capaz en aquel momento y la pregunta se quedó ahí dando vueltas en busca de respuestas… es lo que tienen las preguntas poderosas.
Cuando menos lo esperamos surge (o provocamos) el desafío que nos pone a prueba, nos planta frente al espejo, llama a los miedos, a las dudas, a la incertidumbre y, sólo después de un tiempo, somos capaces de ver la posibilidad de nuevos aprendizajes. Rupturas de relaciones, pérdidas de seres queridos, cambios de trabajo, cambios de residencia, enfermedades, dificultades económicas, fin inesperado de proyectos… nos afectan a la forma de estar y vernos en el mundo.
Cada uno tiene su forma particular de afrontar estas situaciones según sus experiencias, fortalezas, creencias, resiliencia… en definitiva, de su interpretación de lo que sucede y de los recursos personales disponibles. La crisis será más o menos profunda en función del balance percibido entre los recursos y el reto.
En coaching a menudo utilizamos metáforas para trabajar con nuestros clientes sobre su situación. El poder de las metáforas radica en que nos abren nuevas vías de pensamiento, suspenden determinados juicios, permiten hablar de temas inconversables para el cliente, pueden aportar liviandad y facilitan la conexión con emociones y sentimientos.
La Metáfora del Dragón es, en mi opinión, una las que mejor ayuda a entender cómo vivimos el proceso asociado a una crisis. En esta metáfora, el dragón es la dificultad a superar y la crisis un camino que recorremos para conseguirlo. A lo largo de este camino vamos viviendo sucesivamente las situaciones según determinados personajes metafóricos (arquetipos o símbolos del inconsciente colectivo). Las etapas por las que pasamos son las siguientes:
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El inocente. Es el estado previo a la aparición del dragón. Es cuando todavía no conocemos ni esperamos la dificultad, vivimos acomodados en nuestro día a día.
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El huérfano. El dragón aparece, devasta lo que está en su camino, destruye todo lo bueno que había y provoca un estado de shock. Es difícil reaccionar.
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El vagabundo. En esta etapa nos negamos a ver lo que está pasando y lo podemos manifestar de diferentes formas. Podemos ignorar lo que sucede, quitarle importancia o no querer asumir los hechos. Podemos pensar que la situación es reversible o que el dragón no tiene poder suficiente para afectarnos, podemos ser excesivamente optimistas y pensar que lo superaremos sin gran esfuerzo.
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El mártir. Nos damos cuenta que el dragón es más fuerte de lo que creíamos. Sufrimos, nada es fácil, tomamos consciencia del dolor, de las dificultades, de la pérdida y de los obstáculos que tenemos por delante. Podemos sentirnos víctimas y tender a la queja y a la autocompasión. Sentimos emociones intensas de rabia y tristeza. Lo vivimos como una injusticia, hay resentimiento, frustración… tocamos fondo con niveles mínimos de autoestima, energía y poder.
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El guerrero. Es el renacer, es el personaje que despierta y lucha contra el dragón. Pasamos por muchas batallas, algunas las ganamos y otras las perdemos. Se trata de caer y volver a levantarse, una y otra vez, sin desfallecer, hasta vencer al dragón. Hay dolor, en ocasiones también desesperación, pero somos capaces de rehacer nuestra vida. Lo importante es no quedarnos estancados en ninguna de las etapas anteriores y tampoco en ésta, luchando contra el mundo.
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El sabio. Es la aceptación y la incorporación de aprendizajes. La lucha terminó, vemos el dragón, el camino y la vida a través de una mirada más madura, hemos crecido como personas. Sabemos apreciar, agradecer y valorar costes y beneficios. Estamos llenos de energía, con fortalezas renovadas y mayores recursos.
La utilidad de la metáfora radica en que nos permite entender y legitimar el proceso como una sucesión natural de emociones, pensamientos y sentimientos que contribuyen a nuestro desarrollo. Nos permite tomar consciencia de lo que nos sucede, de las cosas buenas y malas, costes y beneficios, de cada paso. Depende de cada uno de nosotros el modo de transitar, el tiempo empleado y el sentido que le otorguemos. La vida es una aventura llena de retos, que sepamos verlos como fuentes de aprendizaje o como fuentes de fatalidad está en nuestras manos… ¡feliz viaje!
Lluis Miró